Nos han educado
para pensar que la competencia es natural.
El darwinismo enseña que hay una lucha por la vida, la supervivencia del más
apto, el más fuerte logra vencer. Sin embargo, ¿eso es cierto? ¿La competencia es una característica básica
e inmutable?
Verdadero
o no, parece que agarramos esas máximas y las trasladamos a cada situación de
la vida: Nuestras familias, amistades, matrimonios, trabajos, ministerios, etc.
Si nos detenemos a examinar eso, podemos darnos cuenta de que ese pensamiento ha permeado cada aspecto de
lo que somos y hacemos.
Somos entrenados
para concebir el mundo y actuar de esa forma, aunque no seamos conscientes de
ello. Por ejemplo, hay muchas películas en la que dos mujeres se enfrentan por
un empleo e inclusive por un hombre, ni hablar de las novelas que son todavía
más melodramáticas.
Hay
una película que está clasificada como "comedia romántica". Su
argumento principal es que dos mujeres que son mejores amigas van a casarse.
Ambas comparten el sueño de realizar su boda en el Hotel Plaza de Nueva York
(supongo que habían ahorrado mucho). El problema es que por un error
administrativo, las bodas fueron programadas para la misma fecha. En vez de
conversar como personas civilizadas y maduras, ninguna quiere renunciar a su
deseo de casarse en junio en ese lugar, por lo que se embarcan en una guerra y
acaban compitiendo para tener la boda de sus sueños, el mismo día, sin la
presencia de su mejor amiga. En fin, creo que entienden el punto: estamos siendo entrenados para pensar así, entre risas y situaciones “hilarantes”.
Esa película retrata a las mujeres como personas
intransigentes, inmaduras y vengativas. Pero sobre todo como enemigas y
rivales entre ellas, aunque al fin intentan enmendar la situación con un final
“feliz”.
Peligro N° 1: Relaciones quebradas
¿Cuántas relaciones heridas, hermandades rotas,
matrimonios desechos y amistades fracturadas?
En ese mundo tan combativo en que vivimos, las
mujeres nos sentimos con más desventajas y, por lo tanto, nos hacemos más
competitivas nuestras pares. Hay una frase famosa que dice: “El peor enemigo de una mujer es otra
mujer”. Tal vez has oído y usado esa expresión. Esas palabras no son
nuevas, y tampoco son poco utilizadas, pero lo más lamentable de ellas es que
muchas veces son verdaderas.
Peligro N° 2: Nos lleva a la comparación
Esa película nos muestra también como la competencia
nos guía a compararnos, porque ellas dejaron de enfocarse en sus sueños para
sus bodas, y comenzaron a pensar cómo hacer que su boda fuera “mejor”. Así que
ya no se trata de lo que queríamos en un principio sino que ahora gira en torno
a “ser mejor que”.
La
comparación es un camino que nos lleva a la insatisfacción, a la ingratitud, a
las expectativas irrealizables, estandares de perfección, etc. En fin, pocas
cosas buenas pueden salir de una dinámica basada en la comparación.
Probablemente has presenciado
tristes situaciones en la que dos personas que se amaban comenzaron a competir
y a compararse entre sí, y todo lo que vino después. Yo he visto en las redes
sociales, mamás peleándose porque una da lactancia materna exclusiva y la otra
da fórmula, una se queda en casa y la otra va a trabajar, una le da papillas y
la otra le da alimentos enteros, etc. La
vida de una mamá ya es bastante difícil como para terminar peleando con
nuestras colegas.
La vida no se trata de “ser mejor que”,
sino de cumplir tu propio propósito. La
maternidad no se trata sobre quién es mejor mamá, porque al final ¿qué
significa ser la mejor mamá? (Ese puede ser el tema de otro artículo). Cada
una tiene su visión de la maternidad, todas
fuimos criadas en culturas y familias diferentes y eso también hace su
aporte en la manera que en criamos nuestros hijos. No significa que tengamos que concordar en todo y hacer las cosas de la
misma forma, pero tampoco deberíamos estar tan divididas, y eso aplica para
todas las relaciones.
Peligro N° 3: Saca lo peor de nosotros
Hay
un dicho popular que dice “En la guerra
y en el amor todo se vale”. ¿Cuantas injusticias se han cometido basadas en
ese pensamiento?
Volviendo a la
película, vemos que en un punto de la trama ya no se conformaron con intentar
hacerlo mejor que la otra, sino que comenzaron a sabotear los planes de su “rival”.
Podemos pensar: “Es sólo una película,
eso no pasa en la vida real”. Pero, sí pasa, ha pasado desde el comienzo de
la humanidad, y de hecho originó el primer homicidio. También, José fue vendido
por sus hermanos, Saúl persiguió a David, etc.
Tal
vez tú mismo has presenciado algo similar cerca de ti. Es una muestra de la
forma como está planteada nuestra sociedad. No en vano la Biblia nos dice: “No imiten las conductas ni las costumbres
de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al
cambiarles la manera de pensar” (Romanos 12:2). Esa actitud agresiva y
combativa entre iguales es una de esas costumbres del mundo que no deberíamos
imitar.
La Biblia no
prohíbe la competencia, pero sí nos habla de guardar nuestro corazón y de
“hacer todo para la gloria de Dios”. Entonces deberíamos pensar si la forma
como tratamos a los demás trae gloria al nombre del Señor. ¿Se agrada Dios de mi actitud frente a los demás? ¿O de mis
"críticas constructivas"?
Las que hemos experimentado la maternidad con los desafíos que implica, deberíamos tener más empatía, misericordia y amor por otras mujeres en nuestra posición. No es diferente con los hombres. Aplica para todos, en todas las situaciones. “Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti.” (Mateo 7:12). Por algo le llaman la “Regla de Oro”.
Vivimos
en una sociedad que fomenta la competencia, es cierto. Pero que sea normal no significa que sea
natural, ni que venga de Dios. No quiere decir que sea lo que el Señor desea
para nosotros, ni que hayamos sido creados con ese propósito. Podemos hacerlo de otra manera.
Tenemos mucho que aprender. Necesitamos competir menos y compartir más. Las otras personas no son mis rivales. Las otras mujeres no son contrincantes. En su lugar, deberíamos preguntarnos: ¿Qué puedo compartir, cooperar, colaborar o ayudar? ¿Cómo puedo ayudar a mi compañero a llevar sus cargas? Tal vez necesitamos volver y pedir perdón, reconocer nuestros errores y restaurar algunas relaciones. No podemos sobrevivir como llaneros solitarios, nos necesitamos unos a otros. Esa es la voluntad del Señor.