jueves, 26 de septiembre de 2019

La manta de la Esperanza

    Tal vez antes ya he contado un poco sobre lo que significó esperar la llegada de Marcela a nuestras vidas. No me refiero a los nueve meses de espera; ésta vez quiero ir un poco más allá y contar sobre los años que tuvimos que esperar hasta saber que Marcela al fin vendría. Me atrevo a recontar nuestra historia para animar a otras futuras colegas que están en ese mismo proceso de esperar.


     Cuando Leover y yo nos casamos en 2012 ya sabíamos sin dudas que queríamos tener hijos, pero también sabíamos que queríamos esperar un poco; eso de un cambio a la vez nos llevó a aplazar un poco la decisión ya que antes del primer aniversario salimos rumbo a Atabapo, y una vez allá, las carencias en los servicios de salud del pueblo nos intimidaron un poco así que seguimos esperando. 

     Recuerdo que en Octubre de 2014, estando en Atabapo, un pastor cercano y su esposa tuvieron un bebé. Cuando lo conocí y lo cargué, tan tierno, tan lindo, tan suavecito, supe que había llegado el tiempo: ¡quería tener un hijo!  Ese día se despertó en mí ese anhelo, y un par de meses después de hablarlo con Leover, dejamos de usar las pastillas y comenzamos a esperar.

Este pequeño es Óscar Josué, quien nos animó a ser papás. Una belleza. Hoy debe tener cinco años

    Los primeros meses esperaba a mi amiga mensual con la esperanza de que no llegara. Lo sé, es una contradicción esperar algo que no quieres que llegue, pero así funciona. Tal vez pasaron unos seis meses para que nos diéramos cuenta de que no iba a ser tan sencillo, o tan rápido como hubiésemos querido o esperado al principio. 

    Fuimos al médico para descartar algún problema de salud. Invertimos una buena cantidad de dinero en exámenes, pruebas y consultas. La conclusión de todo ese proceso fue que no había nada en nuestros cuerpos que nos impidiera concebir, todo estaba funcionando como debía. Cualquiera pensaría que eso nos daría tranquilidad, pero a mí me puso muy ansiosa. Si hubiese algún problema, podríamos "arreglarlo"; pero al no haber ninguno, debíamos esperar. 

     Esperar? Eso era lo menos que yo quería hacer en ese momento. Para este punto ya llevábamos un año de espera, y no era divertido. 

     En ese momento estábamos bastante ocupados con nuestro trabajo en ELÍAS, la extensión en Caño Bocón, Colombia, ya estaba andando y eso nos mantenía activos y trabajando, además de todos los retos que implicaba vivir en Atabapo (meses sin electricidad, hacer compras sin punto de venta, conseguir gasolina, etc.); en fin, había muchas cosas en que mantener puesta nuestra mente. Sin embargo, de vez en cuando yo me sentía un poco afligida porque lo que tanto anhelábamos no sucedía, a veces incluso lloraba. 

    En ocasiones me daba por pensar: ¿qué pasaría si en el plan de Dios no está que nosotros tengamos hijos? ¿Podré vivir con eso? La sola idea me aterraba. 

     Así transcurrieron dos años más, con algunas falsas alarmas que nos emocionaban por instantes y después nos dejaban el corazón roto. 

    En enero de 2018, me quedé sola en casa por unos días debido a que Leover tuvo que hacer un viaje a Atabapo (para ese momento ya nos habíamos mudado a la capital de Amazonas). Esos días fueron muy difíciles, me sentía muy sola, lloré mucho, oré también. Recordé que hacía un par de años habíamos comprado una lana blanca para tejer una manta hermosa para nuestro hijo, sin embargo nunca me había atrevido a empezarla. Me aterraba la idea de que la tejiera y después el bebé no llegara. 

    Pero en esos días de orar y llorar, más animada y con una fe renovada, tomé el hilo y la aguja de crochet y comencé a tejer. En tres días la manta estaba lista. Era hermosa! 

La manta de la Esperanza

    Fue como una terapia, después de eso me sentí más tranquila y puedo decir que hasta lo "olvidé", ya no estaba ansiosa por eso. Dos meses después, estaba sentada llorando mientras Leover gritaba de alegría con el sobre del resultado en su mano.

Esperando a Marcela

    Los nueve meses se embarazo los disfrutamos mucho (sinceramente, no los nueve, los dos primeros fueron terribles: llenos de náuseas y mareos) y el 9 de noviembre de ese año recibimos a Marcela en nuestros brazos. Unos días después estrenamos esa hermosa manta que fue tejida antes de que ella fuera concebida.

Marcela a los dos meses de nacida


     En fin, esta es mi historia. Una historia de aprender a esperar en Dios, quien tiene planes maravillosos para nosotros, superando nuestros sueños más locos. 

    El creador del universo diseñó a nuestra hija para bendecir nuestra familia. La envió en el momento perfecto para nosotros y ahora la disfrutamos cada día.

Nuestro regalo! 


    Así que, futuras colegas, si están en ese tiempo de esperar aprovéchalo para crecer como persona, para ser mejor esposa, mejor hija, haz lo que te guste más hacer, pero sobre todo no pierdas la fe. Cada oración ha sido escuchada y Dios que es bueno sabrá responder con bondad.


miércoles, 18 de septiembre de 2019

Cada minuto cuenta

     Ayer celebré mi cumpleaños número 35! Hay mujeres que prefieren no decir su edad, pero yo nunca he tenido problema con eso. Pienso que cada día vivido hace una diferencia para el futuro, nada es completamente inocuo, todo surte un efecto, y hoy un muy buen amigo me dijo: "ya son 10 años celebrando tu cumpleaños" (desde que le conocí) y pensé: ¡10 años! Wow! El tiempo ha pasado muy rápido. ¿Qué he hecho estos diez años?
En 2010, en mis años de seminario bíblico

     Pues, hace diez años era una joven que servía en la iglesia: cantaba, era maestra de una clase dominical, servía en el ministerio juvenil, etc. También ejercía mi profesión, me encantaba ser maestra, eso me permitía ser muy creativa e inventar algunas cosas poco comunes, pero además estaba en la búsqueda de su lugar en la obra de Dios. Estaba segura de que quería ser parte, pero no encontraba mi lugar. Fue entonces que oí por primera vez sobre el movimiento de traducción de la Biblia, asistí al primer taller y quedé prendada, hice los primeros cursos, aprendí mucho, enseñé otro poco, conocí mucha gente en el camino, pero sobre todo descubrí que quería usar mis dones ahí.
      Ese año muchas cosas cambiaron en consecuencia de ese descubrimiento. Renuncié a mi trabajo como maestra, me inscribí en el seminario para terminar mis estudios teológicos con el apoyo de mi iglesia (ahí conocí a Leover en noviembre de 2009), y creo que fue un antes y un después ya que muchas cosas cambiaron y mucho aprendí en el proceso.
     En 2011 fui a Perú a estudiar Lingüística y Traducción en CILTA.
Durante el viaje de campo de CILTA, en 2011

Fue un año desafiante en lo académico, pero también en lo personal, al salir tan lejos de mi familia y de mi iglesia, pero su apoyo incondicional fue muy valioso en ese tiempo. Ese tiempo en Perú me enseñó muchas cosas y me regaló amigos muy valiosos que aún conservo, y que son un regalo. Antes de terminar ese año, me propusieron matrimonio, acepté y en menos de lo que pensé ya estábamos pensando en la boda y todo lo que implicaba.
     En 2012, nos casamos el 8 de septiembre, disfrutamos nuestros primeros meses juntos y ya comenzamos a prepararnos para la salida al campo que estaba pautada para junio de 2013, cuando efectivamente salimos rumbo a Atabapo para establecernos ahí por tres años durante los cuales vivimos grandes aventuras en la selva, andando por el río, disfrutando de las maravillas naturales de la Orinoquia, probando cosas nuevas, aprendiendo mucho, conociendo gente amable. Mucho de eso me daba miedo al principio, pero con el tiempo aprendí a disfrutarlo y ahora lo extraño.
En Caño Bocón, 2015

    A finales de 2016 salimos de Atabapo para la licencia, y regresamos a Amazonas a mediados de 2017 para seguir trabajando, esta vez en la capital del estado, donde hemos estado desde entonces sirviendo a los hermanos jiwis.
     El 2018 fue espectacular! Dios nos envió a Marcela. Vivimos el embarazo, gracias a Dios muy sano, y luego nació Marcela en noviembre y ahora nos acompaña cada día.
Esperando a Marcela, en 2018

     Y aquí estamos, ya es 2019, transcurrieron 10 años de mi vida. Se dice rápido, pero entre letras hay muchas experiencias que han transformado lo que soy durante este tiempo. No soy la misma persona que comenzó esta aventura del servicio a Dios en 2009. Tengo más confianza en mí misma, conozco mi lugar en la obra de Dios, ahora soy esposa y madre, lo cual también me ha cambiado para bien de muchas maneras. Cada minuto cuenta, por eso trato de hacer que cada día valga la pena. 

     Doy gracias a Dios por estos años que me ha regalado y porque he podido disfrutar mi vida invirtiéndola en su reino, por darme un esposo amoroso, una hija soñada y amigos valiosos. 

martes, 10 de septiembre de 2019

Abnegación y Sacrificio

     Hay dos palabras que culturalmente han sido asociadas a la maternidad: abnegación y sacrificio. Todos suponemos que una madre debe ser abnegada y que sacrificaría cualquier cosa por sus hijos. Una madre sin esas dos cualidades no es considerada una buena madre.
   
Ella y yo en su primera consulta con el pediatra
Según el diccionario la abnegación es la “renuncia voluntaria a los propios deseos, afectos o intereses en beneficio de otras personas". Esta definición resume muy bien lo que se espera de una mamá; se espera que una madre renuncie a lo que tenga que renunciar en beneficio de sus hijos, y todas mis queridas colegas estarán de acuerdo en que ese instinto materno que se activa cuando sostenemos a nuestro hijo por primera vez es tan fuerte que desde ese momento comenzamos a renunciar a muchas cosas por el bien de ese pequeño bebé: renunciamos a muchas horas de sueño y descanso, renunciamos a un baño largo, a comer lentamente, a emprender algunas cosas, a pasar tiempo con amigos, incluso a no hacer nada, y todo lo hacemos voluntariamente. Es lo que el instinto nos dice que debemos hacer, y está bien que sigamos ese instinto.
Nos quedamos dormidas juntitas

      Muchas de esas renuncias son en sí mismas algunos sacrificios, algunos más grandes que otros, pero sacrificios al fin. Sacrificar algunas horas de sueño no parece gran cosa, hasta que lo haces por diez meses seguidos y tu cuerpo parece que grita.
       Ahora bien, a algunas mamás les pasa que en esa abnegación y sacrificio pueden llegar a perderse como personas. La maternidad pasa a ser su TODO y las otras facetas de su vida, que todavía siguen ahí, son puestas en espera a veces por mucho tiempo.
     Puede que estés pensando: ¿Acaso la maternidad no te absorbe por completo? La respuesta es: probablemente sí! Depende del sistema de apoyo que tengas alrededor. Aunque, incluso con mucho apoyo la maternidad puede tragarte.
      No me malinterpreten. Yo amo ser mamá. Disfruto mucho tener a Marcela cerca de mí, alimentarla, cuidarla, jugar con ella, verla crecer. Es un trabajo especial y hoy día es un privilegio y una bendición poder cuidar a mi bebé en estos primeros meses cuando más me necesita. Sé que Dios me puso en una posición privilegiada de poder sembrar en mi bebé y verla brillar cada día. 
¿Cómo no amarla?
      De lo que hablo es de anular por completo otras facetas. Sé de primera mano que no vuelve a ser igual, no alcanza el tiempo ni la energía. Es un gran cambio; seríamos muy ilusos si pensáramos que las cosas no cambiarían con la llegada de la beba.
      Yo lo viví personalmente. Los primeros dos o tres meses de vida de Marcela yo estuve dedicada casi exclusivamente a cuidarla y me siento muy privilegiada por haber podido hacerlo. Pero llegó un momento en que estaba tan agotada que no tenía ganas de salir, dejé de hacer cosas que disfrutaba (excepto cuidar a Marcela), y eso me producía un estado de ánimo algo tóxico, como si resintiera mi nueva posición que me hacía perderme de cosas que me gustaban.
      Pero he aprendido (con un poco de trabajo) que algo de mi tiempo y de mi energía debe ser utilizado en hacer algo que me guste hacer, algún hobbie, algo que me produzca una sonrisa (y que no sea la ternura de mi Marce). Tengo que ser organizada para vivir todas mis facetas y no quedar en deuda con nadie, pero especialmente conmigo misma.
Mi gran apoyo, un gran papá
     He aprendido también que debido a esas expectativas de abnegación y sacrificio que pesan sobre nosotras, las madres, incluso llegamos a sentirnos culpables cuando pensamos que necesitamos un break, un rato sin el bebé, un descanso, ir a hacernos las uñas o a pasar un rato con una buena amiga poniéndonos al día. Pero no, no hay de qué sentirnos culpables. Lo necesitamos, todo eso! A veces, pensamos que es egoísta pensar en lo que necesitamos como personas, como mujeres, no sólo como mamás; el bebé se convirtió en nuestro sol y nosotros giramos a su alrededor. Pero no es egoísta darnos un pequeño gusto de vez en cuando, de hecho es saludable. Cuando tenemos esos pequeños espacios, funcionamos mejor como mamás, tenemos más energía y más paciencia para tratar con nuestro bebé que no entiende nada de lo que estamos pasando.
       Estoy aprendiendo que mientras me siento mejor conmigo misma, mejor mamá soy para Marcela. Tengo más paciencia y más ánimo para afrontar el día a día que, admitámoslo, puede ser una locura.
    Así que, queridas colegas de la maternidad, creo que es bueno pensar en esto, y tomar acción si fuera necesario. Por tu bien, por el bien de las relaciones interpersonales que debes llevar y especialmente por el bien de tu pequeño bebé. Tu salud integral también se traduce en su bienestar.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Born to Shine! - ¡Nacida para Brillar!


            A Marcela le regalaron una ropita con esas palabras "Born to Shine" y después de verlas un tiempo estuve pensando mucho en ellas.

Cada bebé viene al mundo con la misión primordial de transformar la vida de sus padres: hacerlos mejores personas, poner en orden sus prioridades y regalarle hermosos y tiernos recuerdos para atesorar. Marcela ha cumplido cabalmente con esa misión desde que llegó a nosotros hace casi diez meses. Sin embargo, eso no es todo. Hay algo más por lo que Dios le envió aquí.
            Dios nos da hijos como un regalo muy preciado, como un "bien" muy valioso que nos es prestado para ser amado, cuidado, protegido, abonado como una planta delicada y pulido como una piedra preciosa.
            El Salmo 139:15-16 dice: "No te fue oculto el desarrollo de mi cuerpo mientras yo era formado en lo secreto, mientras era formado en lo más profundo de la tierra. Tus ojos vieron mi cuerpo en formación; todo eso estaba escrito en tu libro. Habías señalado los días de mi vida cuando aún no existía ninguno de ellos".



Marcela en su semana 27

            Esta porción bíblica es un clásico. La he leído muchas veces, desde que era niña, pero ahora que soy madre ha tomado otros sentidos nuevos y vivos para mí, porque no sólo pienso en la verdad de esas palabras para mi vida, sino que ahora cobran vida al pensar que también son verdad para Marcela; es decir, los ojos del Dios creador estaban en Marcela mientras ella era formada dentro de mi hermosa panza! Su formación y desarrollo no fue fortuita, y tampoco pasó desapercibida. Nada más y nada menos que el Dios que sostiene el universo en su mano supervisó el crecimiento de mi pequeña hija desde que era más pequeña que un frijol. Todo lo que es, incluidos los rasgos de su cuerpo y de su personalidad, estaba escrito en su libro. ¡Eso es sencillamente maravilloso! ¡Es muy poderoso!
Marcela en su primer día de playa
            A mí como madre eso me hace sentir profundamente responsable. Dios estuvo prestando atención a los detalles que ahora forman parte de mi hermosa hija, así que yo no puedo simplemente descuidar ese tesoro tan valioso que me fue entregado para atender.
            ¿Con qué propósito maravilloso fue enviada Marcela a esta tierra? (además de hacernos sonreir diariamente!) ¿Cuál es el plan de Dios para su vida? Como Padres tenemos la responsabilidad de guiarle a ella a descubrir ese propósito y ese plan. No podemos vivir por ella, pero podemos instruirle y darle herramientas que le encaminen a ser una persona de bien, a honrar a Dios y a vivir para él.
            Pareciera que ahora es muy pronto para comenzar a instruirle y mucho menos darle herramientas; la verdad es que nunca es demasiado pronto, pero llegará un día en que será demasiado tarde. Dijo el sabio Salomón en el libro de Eclesiastés que todo tiene su tiempo debajo del sol; el tiempo de sembrar en la vida de Marcela comenzó desde el día que supimos que estaba con nosotros en la panza: cada beso, cada caricia, cada oración, también cada regaño (ahora que gatea se han multiplicado exponencialmente), cada comida, cada vez que nos llama y le atendemos, siempre que le hacemos saber que nos importa, cada vez que le consolamos por haberse lastimado (esto también se ha multiplicado), cuando vamos a la iglesia juntos, cuando nos ve orar por los alimentos. Todas esas son oportunidades para sembrar en la vida de nuestra hija.
            Alguien podría decir que ella es muy pequeña para notar esas cosas y mucho menos para aprender de ellas, pero la verdad es que los bebés son muy inteligentes y todo lo que conocen del mundo lo han aprendido de sus padres desde el primer día de su nacimiento, e incluso antes. Por ahora, Marcela sólo puede ver y escuchar cómo oramos pero pronto ella estará orando también, cantando, aplaudiendo y haciendo todo lo que nos ve hacer. Eso, nuevamente, es una gran responsabilidad para nosotros como padres. Nos fue delegada la gran tarea de modelar una vida llena de amor, bondad, respeto y muchas otras cosas buenas para que nuestra hija al imitarnos tenga esas virtudes en ella.
Disfrutando su primer baño en casa
            ¿Cuál será el camino que Marcela tomará al crecer? No lo sé, pero quiero que sea cual sea su camino, ella conozca a Su Creador, ella conozca Su Palabra y en base a ese conocimiento pueda escoger su mejor camino posible. Tal vez sea pintora, músico, doctora, teóloga, maestra, bailarina, atleta, no sé! Puede tomar cualquiera de esos caminos, pero siempre guiada por Dios y sus preceptos. Puede ser lo que se proponga ser con los dones que Dios le ha dado y que todavía hemos de descubrir.  Puede ser lo que quiera ser, puede ser la mejor en lo que sea que escoja en el futuro. Podríamos estar criando un prodigio en algún área del conocimiento o la ciencia. No lo sé! Sólo quiero que brille, para eso nació, para eso fue creada.