Tal vez antes ya he contado un poco sobre lo que significó esperar la llegada de Marcela a nuestras vidas. No me refiero a los nueve meses de espera; ésta vez quiero ir un poco más allá y contar sobre los años que tuvimos que esperar hasta saber que Marcela al fin vendría. Me atrevo a recontar nuestra historia para animar a otras futuras colegas que están en ese mismo proceso de esperar.
Cuando Leover y yo nos casamos en 2012 ya sabíamos sin dudas que queríamos tener hijos, pero también sabíamos que queríamos esperar un poco; eso de un cambio a la vez nos llevó a aplazar un poco la decisión ya que antes del primer aniversario salimos rumbo a Atabapo, y una vez allá, las carencias en los servicios de salud del pueblo nos intimidaron un poco así que seguimos esperando.
Recuerdo que en Octubre de 2014, estando en Atabapo, un pastor cercano y su esposa tuvieron un bebé. Cuando lo conocí y lo cargué, tan tierno, tan lindo, tan suavecito, supe que había llegado el tiempo: ¡quería tener un hijo! Ese día se despertó en mí ese anhelo, y un par de meses después de hablarlo con Leover, dejamos de usar las pastillas y comenzamos a esperar.
Este pequeño es Óscar Josué, quien nos animó a ser papás. Una belleza. Hoy debe tener cinco años |
Los primeros meses esperaba a mi amiga mensual con la esperanza de que no llegara. Lo sé, es una contradicción esperar algo que no quieres que llegue, pero así funciona. Tal vez pasaron unos seis meses para que nos diéramos cuenta de que no iba a ser tan sencillo, o tan rápido como hubiésemos querido o esperado al principio.
Fuimos al médico para descartar algún problema de salud. Invertimos una buena cantidad de dinero en exámenes, pruebas y consultas. La conclusión de todo ese proceso fue que no había nada en nuestros cuerpos que nos impidiera concebir, todo estaba funcionando como debía. Cualquiera pensaría que eso nos daría tranquilidad, pero a mí me puso muy ansiosa. Si hubiese algún problema, podríamos "arreglarlo"; pero al no haber ninguno, debíamos esperar.
Esperar? Eso era lo menos que yo quería hacer en ese momento. Para este punto ya llevábamos un año de espera, y no era divertido.
En ese momento estábamos bastante ocupados con nuestro trabajo en ELÍAS, la extensión en Caño Bocón, Colombia, ya estaba andando y eso nos mantenía activos y trabajando, además de todos los retos que implicaba vivir en Atabapo (meses sin electricidad, hacer compras sin punto de venta, conseguir gasolina, etc.); en fin, había muchas cosas en que mantener puesta nuestra mente. Sin embargo, de vez en cuando yo me sentía un poco afligida porque lo que tanto anhelábamos no sucedía, a veces incluso lloraba.
En ocasiones me daba por pensar: ¿qué pasaría si en el plan de Dios no está que nosotros tengamos hijos? ¿Podré vivir con eso? La sola idea me aterraba.
Así transcurrieron dos años más, con algunas falsas alarmas que nos emocionaban por instantes y después nos dejaban el corazón roto.
En enero de 2018, me quedé sola en casa por unos días debido a que Leover tuvo que hacer un viaje a Atabapo (para ese momento ya nos habíamos mudado a la capital de Amazonas). Esos días fueron muy difíciles, me sentía muy sola, lloré mucho, oré también. Recordé que hacía un par de años habíamos comprado una lana blanca para tejer una manta hermosa para nuestro hijo, sin embargo nunca me había atrevido a empezarla. Me aterraba la idea de que la tejiera y después el bebé no llegara.
Pero en esos días de orar y llorar, más animada y con una fe renovada, tomé el hilo y la aguja de crochet y comencé a tejer. En tres días la manta estaba lista. Era hermosa!
Fue como una terapia, después de eso me sentí más tranquila y puedo decir que hasta lo "olvidé", ya no estaba ansiosa por eso. Dos meses después, estaba sentada llorando mientras Leover gritaba de alegría con el sobre del resultado en su mano.
Esperando a Marcela |
Los nueve meses se embarazo los disfrutamos mucho (sinceramente, no los nueve, los dos primeros fueron terribles: llenos de náuseas y mareos) y el 9 de noviembre de ese año recibimos a Marcela en nuestros brazos. Unos días después estrenamos esa hermosa manta que fue tejida antes de que ella fuera concebida.
En fin, esta es mi historia. Una historia de aprender a esperar en Dios, quien tiene planes maravillosos para nosotros, superando nuestros sueños más locos.
El creador del universo diseñó a nuestra hija para bendecir nuestra familia. La envió en el momento perfecto para nosotros y ahora la disfrutamos cada día.
Nuestro regalo! |
Así que, futuras colegas, si están en ese tiempo de esperar aprovéchalo para crecer como persona, para ser mejor esposa, mejor hija, haz lo que te guste más hacer, pero sobre todo no pierdas la fe. Cada oración ha sido escuchada y Dios que es bueno sabrá responder con bondad.