miércoles, 26 de agosto de 2020

Expectativas ajustadas a la realidad

       Muchas veces como mamás y papás nos quejamos de cosas como: “Mi bebé no duerme toda la noche”, “Mi bebé quiere estar encima de mi todo el día”, “Mi bebé quiere tomar teta cada rato”, “mi bebé sólo juega con la comida”, “Mi bebé rompe a llorar si no me ve cerca”, etc., pero realmente todas esas cosas son normales para un bebé. Hay bebés que duermen toda la noche desde los tres meses, sí los hay (a mí no me tocó una de esos), pero son las excepciones a la regla. También hay bebés que duermen plácidos en su cunita, pero la mayoría prefiere los brazos de mamá donde puede oír los latidos que le arrullaron durante nueve meses. Hay bebés que comen juiciosos desde muy temprano hay otros que prefieren vivir la experiencia completa que muchas veces incluye facial, máscara para el cabello, etc.

Así que lo primero es saber y grabar en relieve en nuestras mentes que cada bebé es un mundo. Claro que hay sus rangos establecidos para algunos hitos del desarrollo, pero son rangos no leyes inquebrantables. Comparar dos bebés es una injusticia para los bebés y para sus padres. Cada bebé tiene sus tiempos para alcanzar esos hitos que como mamás vigilamos al borde de la ansiedad, pero que con el tiempo aprendemos que podemos relajarnos. Si tenemos dudas siempre podemos consultar con el pediatra del bebé, ojalá uno actualizado y disponible. Así que, ya basta de “¡mi bebé sólo dice 4 palabras!”, sólo porque el bebé de la vecina es un parlanchín. Felicidades a la vecina por su parlanchín, pero al tuyo sólo le bastan esas cuatro. En mi caso, he tenido que oír cosas como: ¿Todavía no tiene dientes? ¿Cuándo le van a salir los dientes a esa muchacha? “¿Todavía duerme contigo?” “¿Sigue tomando pecho? No está muy grande para eso”, “¿Aún no camina? ¿Cuántos meses tiene?”, etc.

Nuestra mente es un mundo, hay que llenarlo de cosas lindas
Nuestra mente es un mundo. Hay que llenarlo de cosas lindas

         Las personas a nuestro alrededor tienen ciertas expectativas y suposiciones sobre lo que debemos hacer como padres, cómo deberían comportarse nuestros hijos, qué deberían comer, hasta que edad debe tomar pecho, a qué edad debe dormir sólo, etc. Estas expectativas, si les prestamos demasiada atención, se pueden convertir en una piedra en el zapato porque no van a faltar los comentarios, los consejos no solicitados, algunas veces cariñosos y otras hasta malintencionados. Si como padres, queremos complacer todas esas voces a nuestro alrededor vamos a terminar enloqueciendo, porque esas voces muchas veces son contradictorias entre sí, y otras veces son contrarias a nuestra “filosofía” como padres.

Por otro lado, y aún más importantes, están nuestras propias expectativas respecto de la paternidad. Esas expectativas son ideas que todos construimos sobre la paternidad, de lo que es correcto y de lo que no lo es en la crianza de los hijos. Esas ideas se construyen en base a nuestras experiencias viendo a otros padres, en tu familia, en tus amigos, etc., así vamos modelando esa idea de lo cómo van a ser las cosas cuando seamos padres. Si no tienes hijos, puedes decir como decía yo: “Mis hijos no van a comer caminando, no señor” y luego la realidad te golpea cuando llega la hora de comer, no tienes una silla de alimentación y tu pequeña hija no quiere de ninguna manera comer sentada y tienes que perseguirla por todas partes para darle comida (sigo pensando que es horrible, pero así fue con Marcela).

Tal vez pensaste: Le compro su cuna, la pongo en el cuarto, me despierto para darle pecho y lo vuelvo a poner en su cunita. ¡Maravilloso! Pero cuando el bebé nace, le das pecho, se duerme y cuando lo vas a poner en su cuna se despierta como si la cuna tuviera espinas. Después de varios días en ese plan, termina durmiendo contigo para poder descansar más. En mi caso con Marcela, ella durmió plácida en su cunita despertando sólo dos o tres veces por la noche, hasta los seis meses cuando tuvimos que viajar fuera de casa por un mes y durante el viaje durmió con nosotros. Entonces al llegar a casa, ya no quiso más su cuna, y de paso se juntó la angustia por separación normal a los siete meses. En fin, todavía duerme con nosotros, hemos viajado mucho el último año y lo más práctico fue eso. Nada que hacer.

Entonces, muchas veces esas expectativas que habíamos creado no se parecen en nada a nuestra realidad y terminamos frustrándonos porque el bebé llora demasiado, porque no quiere su cuna, porque tiene un año y aún no duerme toda la noche. Lo que acontece es que necesitamos conciliar lo que esperamos con lo que al final sucedió, y con un bebé lo que sucede al final normalmente es que él logra imponer sus necesidades naturales: atención, cariño, brazos, compañía, la evolución del sueño, etc. Lo importante es no ser tan rígidos en cuanto a lo que esperamos, y permitirnos ser flexibles en algunas cosas para adaptarnos a las situaciones que van surgiendo. 


Esta fórmula no falla

No se trata de que seamos malos padres, o que nuestros hijos sean especialmente difíciles. La mayoría de las veces se trata de que desconocemos como funciona un bebé, qué es lo que necesita en cada etapa y cómo podemos satisfacer esas necesidades. Un ejemplo de esto es el sueño de un bebé. Una mamá primeriza típica puede llegar a pensar que alrededor del mes 9 en adelante el sueño de su bebé se regulará y comenzará a dormir hasta la mañana, todos felices. Sin embargo, se sabe que el sueño es un proceso evolutivo que se completa hasta los tres años de edad, así que el rango es muy grande. No sirve de nada mantener expectativas que no se cumplirán, lo mejor es ajustarlas y ajustarnos para sobrellevar la situación. 

Este proceso de ajustar las expectativas estará presente a lo largo de toda la vida, y en todas las áreas. No sólo como padres. También pasa en el trabajo, en las relaciones, hasta en el trabajo misionero. Cada nueva etapa requiere que repensemos nuestras expectativas y hagamos los ajustes según las circunstancias que van surgiendo y así evitar frustraciones innecesarias. En Venezuela, tal vez en otras partes América Latina, algunos años atrás era muy común pensar y decir que había que tener casa propia para poder casarse, sin embargo la realidad es muy diferente ahora y si un joven aún tiene esa expectativa, o no se casa nunca o va a ser muy infeliz por no tener lo que pensaba que debía tener.

No se trata de no tener aspiraciones, sino de ser conscientes de que son sólo eso aspiraciones, deseos y probabilidades (a veces remotas) de que algo ocurra, no son realidades. Podemos seguir soñando pero con “los pies sobre la tierra”.


Algunas cosas son como son, como en el caso de los bebés. Sólo tenemos que aceptar la situación y ajustarnos a sus necesidades. No podemos a pedirle a un bebé de un año que deje de llorar cuando salimos de la habitación dos minutos, por más que le expliquemos él no puede entenderlo en el momento, ya lo entenderá más adelante. En muchos otros casos, no significa que nunca conseguirás eso que quieres y que debes conformarte, sino que aceptes que en este momento las cosas no se dieron, si quieres puedes intentarlo después. Si la expectativa está relacionada con otra persona (que no sea un bebé) asegúrate de verbalizar eso que esperas porque si no con toda seguridad serás decepcionado; la otra persona no es adivina para saber lo que tú esperas a menos que se lo digas.

                Tener expectativas irreales o idealizadas que no se cumplen puede hacer que nos decepcionemos, además de robarnos la energía y el ánimo para disfrutar lo que sí tenemos. Ajusta tus expectativas, y disfruta lo que Dios te da en cada etapa. No dormirá contigo para siempre (aunque eso te digan los consejeros de la familia), en algún momento sus necesidades cambiarán y pedirá su propio espacio. Aprende a disfrutarlo en lugar de sobrevivirlo. Cada etapa trae sus desafíos, sus bendiciones y sus tropezones. Hay que vivirlos, aprender y continuar.

     Como dijera el escritor Denis Waitley: “Espera lo mejor, planea para lo peor y prepárate para sorprenderte”. Esa es la actitud.

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