viernes, 22 de marzo de 2019

¿Ya pasaron cuatro meses?

Hace poco me sorprendí al caer en cuenta de que Marcela ya tiene cuatro meses de haber nacido. El tiempo pasó volando. Hace poco estábamos ansiosos por su llegada y ahora es parte de nuestra familia y nos alegra la vida con su sonrisa cada mañana. 

Cuando este viaje comenzó el 9 de noviembre de 2018 la emoción nos llenó por completo, pero cuando el inicio de la lactancia se complicó yo pensé: "Estos serán los seis meses más largos de mi vida", pensando en los seis meses de lactancia materna exclusiva. Realmente llegué a pensar que no lo lograría, que no era "ese tipo de madre".

El comienzo de ese proceso fue un poco atropellado para ambas. Yo solía pensar que la lactancia era algo completamente instintivo, y que todas las mamás lo logran en su primer intento, como si esos conocimientos vinieran incorporados en nuestra configuración femenina, pero no es así. A algunas les cuesta un poco más que a otras, yo me incluyo en el primer grupo.

Fue muy frustrante para mí no poder alimentar a Marcela los primeros cinco días, realmente no fue nada instintivo para mí y no tenía idea de qué hacer para ayudar a Marcela a prenderse del pecho. Me volvía un arroz con mango, era muy incómodo para ambas y por eso la bebé después de luchar y llorar (ambas) comía sólo un poco y desistía.

Gracias a Dios, unos días antes de su nacimiento una amiga de la iglesia me había recomendado la pediatra de su hija que además es consultora de lactancia. Fuimos a la primera consulta con ella a los cinco de días de nacida de Marcela, más por el asunto de la lactancia que por otra cosa. La Dra. Claudia Cristina Sánchez fue muy amable, revisó a la bebé (todo estaba en orden), pero sobre todo dedicó mucho tiempo a enseñarme cómo tomar a la bebé correctamente, a relajarme y a intentarlo hasta lograrlo. Salimos de esa consulta muy contentos porque Marcela por fin se prendió del pecho y comió por un rato. Sin embargo, la batalla no había terminado! Tomó un par de semanas más que Marcela comiera sin dar batalla y que mis pechos sanaran del maltrato del principio (me ahorraré los , detalles aquí, pero fue muy doloroso). Aprendí gracias a la Dra. Claudia que la lactancia no debe doler, si duele algo anda mal con el agarre y/o la posición, así que fui corrigiendo poco a poco hasta que comencé realmente a disfrutar la experiencia.

Al principio me volvía un despelote tratando de amamantar en el carro, y sudaba frío cuando tenía que dar de comer a Marcela fuera de casa porque ella daba guerra y yo me veía tan tonta por no saber controlar la situación. Casi no quería salir de casa para evitar esos espectáculos, por supuesto eso no era posible. Por otro lado, también tocó luchar un poco con las opiniones de muchos alrededor sobre qué comer o qué no, si dar agua a la bebé, etc. Gracias a Dios nuevamente por la Dra. Claudia quien además es una educadora para esta nueva generación de mamis a la que yo pertenezco, y que estamos en contacto a través de un grupo de apoyo de Whatsapp y que realmente es eso: APOYO! Aunque sea para dar unas palmaditas virtuales cuando las cosas se complican, con las crisis de crecimiento y cosas como esas.

Ahora, cuatro meses después Marcela ha comido en todos los lugares que es posible, ya aprendimos a amamantar acostada (eso fue un hito en nuestra historia), y sobre todo ya no me veo tonta dando de comer a mi bebé; estoy en control, relajada y disfrutando la experiencia de dar vida a mi hija a través de la leche que sale de mí.

En fin, estoy feliz de haber tomado la decisión de dar lactancia materna exclusiva a Marcela. Es un trabajo a tiempo completo, pero es muy satisfactorio verla crecer y saber que todo lo que necesita para su desarrollo Dios lo puso en mí a través del elixir de la vida: La leche materna.

Ahora, para celebrar, quiero compartir algunas fotos de estos cuatro meses que llevamos en esta aventura como padres:

Nuestra primera foto juntas. Eso fue amor a primera vista. El instinto materno se activó al instante. 

Todavía en el hospital, Marcela tomando una siestecita.

Este día fue histórico en nuestra aventura de padres. Yo por un lado, un poco frustrada por no poder hacer lo que se supone debo saber hacer. Leover (del otro lado de la cámara), tratando de darme ánimo. Marcela, con un poco de hambre. Esa foto fue tomada en la consulta de la pediatra de Marcela, quien nos asesoró también en cuanto a la lactancia. 

Esta florecita hermosa estaba durmiendo. Me encanta tomarle fotos dormida. 

En esta foto tenía unos 17 días de nacida, y aquí se parece un poco a su prima Daniela Sirit. 

El día de su presentación a Dios en la iglesia Luz del Salvador. Ese día fue muy importante para nosotros, al reconocer que Marcela es un regalo enviado por Dios quien contestó nuestras oraciones y súplicas. Un día de gratitud.

Nuestro tesoro, nuestro regalo.

Marcela no estaba muy contenta, pero ese día estábamos en San Felipe, Edo. Yaracuy.

Llegando a Dabajuro, Marcela conociendo a sus primas

Marcela riendo con papi. Ellos se disfrutan mucho mutuamente.

Muy abrigada porque estábamos en Mérida. Todo un reto hacer que se dejara el gorro, pero era necesario para protegerla del frío. 
En Cúcuta, saliendo a vacunar a Marcela. Ese día logramos ponerle todas sus vacunas. Fue una bendición, pero también nos rompió el corazón verla llorar tan descononsoladamente. Tuvimos que apapacharla mucho ese día, y cuidar que la fiebre se mantuviera a raya. Afortundamente sólo duró día y medio. 

Así es ella. Dueña de una risa amplia y sincera.

Listas para ir a la iglesia a adorar a Dios.

Comiendo en el carro, donde la agarre el hambre. Todo un éxito. Rumbo a Amazonas

Con mi papi, frente a nuestra casita en Amazonas. Se le ven enormes esos cachetes!

Practicando para darse la vuelta.

Gusto adquirido en Amazonas: Dormir en hamaca. Una delicia. 

Después de muchos días de práctica, por fin se dio vuelta solita. Ahora tiene que aprender a devolverse!

En el parque, paseando un rato por Puerto Ayacucho.

Este regalo ya tiene cuatro meses, pesa 7,5 kgs. Estoy muy agradecida del Padre por tenerla con nosotros. Ella nos ha enseñado tanto en este tiempo. La aventura apenas comienza, ya pronto viene la alimentación complementaria. 


jueves, 7 de marzo de 2019

Sobrellevando el caos

     En un mundo perfecto de mamá primeriza casi obsesiva, yo podría dedicarle todo mi tiempo y mi energía al cuidado de Marcela. Pero ese mundo “perfecto” no existe. En el mundo real, no sólo soy la mamá de esta preciosa bebita. En primer lugar, sigo siendo una mujer que necesita atenderse (pintarse las uñas, peinarse, escribir, hacer algo que me gusta, comer, DESCANSAR, etc.), soy la esposa de un hombre maravilloso que requiere mi atención, soy una cristiana que necesita tener tiempo de devoción con Dios, sirvo a Dios y hay tareas relacionadas a ese servicio que debo realizar. Por otro lado, soy una hija, hermana y amiga que necesita sembrar en esas relaciones. Ah, también sigo siendo ama de casa, y por el momento no he logrado que la casa se asee sola!

      Todas estas actividades son importantes, todas requieren tiempo y energía. Sería muy ilusa si pensara que después del nacimiento de Marcela podría realizar estas tareas como antes, sin ningún cambio. Muchas  veces me dijeron que la vida me cambiaría, así que traté de mentalizarme, pero la realidad me alcanzó más temprano que tarde.
Marcela en su primer día de consulta pediátrica

      Una vez que Marcela nació me di cuenta rápidamente que mi tiempo le pertenecía casi por completo, sobre todo cuando estaba recién nacida porque tuvimos un arranque complicado con la lactancia, además de la recuperación de la cesárea. Sé que soy muy afortunada por toda la ayuda que recibí de mi mamá, que se quedó con nosotros por una semana, y de mi esposo amado que se encargó de las cosas de la casa durante las primeras semanas de nuestra aventura como padres (todavía me sigue ayudando, es mi héroe!). Sin toda esa ayuda hubiera enloquecido.  Después de las primeras semanas yo esperaba ir retomando poco a poco las actividades cotidianas, sin embargo debo confesar que comencé a sentirme frustrada. Más que frustrada creo que me sentí sobrepasada por la situación. Me sentí como si tuviera un 100% para dar, pero yo misma me sentía presionada para dar el 500% que era necesario para hacer todo lo “requerido”. Al acercarse la noche, yo andaba solo con mis reservas de energía, lo único que quería era dormir.
 

      Me sentía como un malabarista que lanza objetos en fuego al aire y debe mantenerlos en movimiento sin que caigan al suelo, sólo que yo me hallaba haciendo malabares con mi hija, mi esposo, la casa, etc. Obviamente este malabarismo es extremo, ninguna mamá quiere desatender a su pequeño hijo, pero tampoco quiere ser una mala esposa o un ama de casa descuidada. Pero creo que esa imagen de la maternidad como una malabarista hace énfasis en la tensión, el estrés y el afán; muchas veces sentí que fracasé en mis malabares y por cuidar a la beba, terminé descuidando otros aspectos de la vida que también son importantes.  Si bien es cierto que la tensión, el estrés y el afán son emociones que aparecen de vez en cuando en la vida de mamá, ahora me doy cuenta que ese énfasis no es el correcto. El nuevo enfoque que trato de tener es el de disfrutar cada día, aunque haya un poco de caos y no pueda tener control de todo.
 

Ahora, tres meses después del nacimiento de Marcela, puedo darme cuenta de que tal vez mis expectativas con respecto a mí misma eran muy elevadas, tanto que me generaron una presión extra, que incluso me hacía sentir más que cansada, extenuada. Esto puede deberse a mi temperamento melancólico, el cual me hace ser bastante perfeccionista en lo que hago, pero esto no es sano. Poco a poco he descubierto que no puedo ser una mamá perfecta, porque eso implicaría descuidar otros asuntos y personas y a la final no habría perfección alguna.

Conversando sobre este tema con mi amiga Fernanda Vielma, madre de dos pequeños hermosos, ella me decía algunas cosas importantes que deseo compartir aquí:

1.    Aceptar la nueva realidad: OK, soy mamá, muchas cosas cambiarán y no tengo tiempo ni energía para hacer todo lo que se supone que necesito hacer. Esto me ayuda a no frustrarme y entender que los cambios son parte de la bendición de ser mamá. Además, creo que es necesario que no sólo la mamá acepte esta nueva realidad, sino que los que forman parte de su red de apoyo, los que trabajan con ella, su familia, etc., ellos también deben ser conscientes de dichos cambios.

2.    Establecer prioridades: ¿Qué es importante? ¿Qué es urgente? ¿Qué cosas dejaré de hacer (al menos temporalmente)? El día sigue teniendo 24 horas, es necesario tener claro qué cosas son realmente importantes, qué cosas pueden esperar, y de qué cosas puedo prescindir. Por supuesto, esto implica que tal vez la casa no esté inmaculada, tal vez no puedas escribir un artículo semanalmente, tal vez debas aplazar algunas actividades hasta que el bebé crezca un poco. Son decisiones que cada familia debe tomar.

3.    Ser disciplinado: ¡Esto es muy difícil para mí! Me es muy difícil establecer una rutina y cumplirla hasta que se haga un hábito. Nuestro ritmo de vida un poco itinerante lo dificulta aún más, pero es necesario, ahora más que nunca es necesario. A los niños les es beneficioso tener rutinas, de alguna manera les hace sentir seguros y al mismo tiempo facilita las cosas para los padres, pero esto requiere disciplina.

En cuanto a mí, es un desafío. Debido al trabajo de movilización que hacemos ahora, duramos un mes viajando, con Marcela por supuesto. Visitamos cuatro estados del país, y nos hospedamos en unas ocho casas aproximadamente. ¡Pobrecita Marcela! Cada casa nueva era un reto para ella, y además estar viajando dificulta hacer rutinas.

Sin embargo, ahora que estamos en Amazonas por un par de meses tratamos de establecer ciertas rutinas. Al despertarse, Marce tiene lo que llamo “la hora feliz”, ella está muy contenta, risueña y de buen humor. Durante ese tiempo casi siempre puedo leer la Biblia con tranquilidad. Después de su hora feliz, generalmente toma una siesta corta. El resto de la mañana la pasa entre siestas cortas (cortísimas), jugando en el gimnasio, el pecho de mami y los brazos de los papis de a ratos. A mediodía la bañamos, toma una siesta (no siempre), y otra vez comer, jugar. Por la noche, la rutina que tratamos de establecer es la siguiente: un baño con agua tibia, le pongo su pijama, apago la luz y prendo la linterna del teléfono para que la iluminación sea más tenue. Inmediatamente, comienza a rascarse los ojitos y en poco más de media hora ya estará durmiendo en su cunita.

Disciplina es una palabra importante aquí.


Dar un paseo por un parque cercano es una excelente opción para despejar la mente.
 

         
 
 
 
 
 
 
   En fin, ¿Te vas a perder algunas reuniones? Probablemente sí ¿Dejarás de hacer algunas cosas que te gustan? Tal vez ¿Tendrás que tomar duchas rápidas? Algunas veces ¿La casa estará inmaculada? Definitivamente no ¿Valen la pena esos sacrificios? ¡Totalmente!

     Hay muchos trabajos para hacer en el mundo. Pero Dios nos dio (a las mujeres) la capacidad de concebir, alimentar y cuidar de nuestros hijos. Ese es EL Trabajo que puede cambiar el mundo: enseñándoles a ser buenas personas, buenos ciudadanos, a amar a Dios, atesorar Su Palabra, ser respetuosos con los demás, cuidar de los animales, etc.

     Hay una palabra que puede resultar la clave para este asunto: Equilibrio. Aunque nuestro trabajo como madre sea lo más importante que hagamos en la vida (de hecho creo que así es), debemos encontrar un equilibrio para atender a nuestro esposo, la casa, a nosotras mismas, además de las demás actividades y relaciones que debemos cuidar. Algunos días serán caóticos, pero el caos es temporal. Ellos crecerán, y cada vez serán más independientes, lo cual nos permitirá reorganizarnos nuevamente. Mientras tanto, si lo disfrutas es mejor y más llevadero.