lunes, 10 de agosto de 2020

¿Cuando fue la última vez que fuiste amable contigo misma?

     Durante nuestra formación, nosotros somos frecuentemente instruidos sobre la necesidad de ser amables, afectuosos y generosos con los demás y demostrar empatía con sus situaciones y sus problemas.  Desde muy pequeños nuestros padres ponen su empeño en que desarrollemos esas habilidades sociales. Sin embargo, la mayoría de las veces se pasa por alto enseñar esas habilidades para ser aplicadas a nosotros mismos, es decir, ser amables, afectuosos y generosos con nosotros, y tener empatía ante nuestras situaciones y nuestros problemas. Lo que resulta es que somos muy autoexigentes, tendemos al perfeccionismo, y nos juzgamos con una dureza con la que no juzgamos a nadie más.


        Si un amigo nuestro comete un error, nosotros estamos ahí para ayudarlo a levantarse y darle palabras de ánimo. Pero si el error es nuestro, no tarda en aparecer el juicio y la recriminación.

       Si un amigo está en una situación en la que las cosas no salieron como lo esperaba, nuestras palabras son de consuelo y abrigo. Pero, si las cosas no nos salen como lo planeamos, incluso lo más inesperado como la muerte y la enfermedad, tendemos a buscar explicaciones que generalmente arrojan una carga pesada de culpa sobre nuestros hombros.

       La autoexigencia, en su justa medida, es buena como gasolina para avanzar hacia nuestros objetivos. Sin embargo, rara vez aparece en su justa medida y por lo contrario suele convertirse en un filtro a través del cual juzgamos todo lo que hacemos y olvidamos lo más obvio: somos seres humanos, y por lo tanto siempre existirán las fallas y los errores.  No necesitamos aparentar que somos super mamás, que podemos con todo en la vida, que no hay nada que nos desborde. Esa actitud es dañina para nosotras (las mamás, y también para todos los demás), además de ser una mentira muy grande. 

     Estas son algunas recomendaciones para comenzar a ser amable contigo misma:

  1. Repite después de mí: La gente se equivoca, ¡eso me incluye a mí! Ser amable contigo mismo no significa que vas a ser mediocre y conformarte, significa que vas a entender que los errores van a aparecer, tal vez no el mismo error, pero mientras estemos en este cuerpo físico vamos a equivocarnos eventualmente. ¿Qué le dices a un amigo tuyo que ha hecho algo errado? ¿Lo tratas con empatía y amor? ¿Qué tal si la próxima vez que te equivoques te tratas a ti mismo con la misma empatía y el mismo amor? Trata de aprender de tus errores y sigue adelante.
  2.         No  ignores tus emociones y sentimientos. Los tuyos son tan válidos como los de los demás. Cuando estés teniendo un mal día, estés enojada(o), te sientas abrumada(o), no intentes suprimir eso que sientes, háblalo con alguien y pide ayuda si pudieres. Ignorar o suprimir los sentimientos no hará que desaparezcan, más bien puede hacer que las cosas empeoren. Cuando las emociones no se gestionan, eventualmente explotarán por algún lado. Tristemente yo también he pasado por esto. Por alguna razón asumimos que no es bueno asumir que estás cansada, que necesitas un break, pero las veces que he retrasado la petición de ayuda, he sido rebasada en los momentos menos oportunos e incluso un par de veces he tratado rudamente a Marcela como consecuencia. Por eso, es mejor pedir ayuda a tiempo que terminar lastimando a otros a nuestro alrededor.
  3.        Renuncia a la necesidad de ser perfecta(o): Esto puede ser una liberación, y te permite en concentrarte en objetivos claros, sin tener que frustrarnos ante el mínimo error. Cuando persistimos en buscar la perfección, gastamos nuestras energías en buscar lo inalcanzable. No existe la mamá perfecta, ni la misionera perfecta, ni la esposa perfecta. Ya te habrás dado cuenta que tú no serás la primera. Ya yo lo asumí.
  4.       Cuida el lenguaje con que te hablas a ti misma(o). ¿Recuerdas la última conversación que tuviste contigo misma(o)? ¿Fuiste amable? ¿O te hablaste como si fueras tu peor enemigo? Estamos tan acostumbrados a ser críticos con nosotros mismos que no pensamos las palabras que nos decimos frente al espejo. Evita las etiquetas y las críticas peyorativas. La próxima vez puedes intentar: “Desearía que esto no hubiera sucedido, pero sucedió. Intentaré aprender las lecciones que pueda y continuaré. La próxima vez lo haré mejor”.
  5.     .  Evita las comparaciones. Además de odiosas, son injustas. Cada persona se enfrenta a circunstancias tan particulares como ella misma, y las enfrenta con las herramientas que tiene a disposición. Por eso, no sirve de nada comparar. Como mamás es muy fácil pensar: El hijo de fulana ya habla y mi hijo apenas dice pá, el hijo de mengano caminó a los 8 meses y mi bebé aún no camina, y así hasta el infinito y más allá. Como misioneros, es igual: ¡Fulano aprendió el idioma en tres meses y yo llevo seis meses y apenas puedo decir algunas cosas! Esas comparaciones nos ponen una presión innecesaria, minan nuestra confianza, no aportan nada positivo y afianzan el pensamiento de que nuestro valor personal está en lo que hacemos y no en lo que somos, lo cual no es cierto.
  6.       Celebra tus victorias. Tendemos a enfatizar los errores, las fallas, etc., pero pasamos por alto lo que sale bien, lo que ganamos. La próxima vez que alcances algún objetivo planteado, ¡celébralo! 
  7.        Hazte un regalo sin sentir culpa: Ve a la peluquería, hazte un pedicure, sal a caminar (¡sola!) y cómete un helado en el camino, consigue una niñera y visita una amiga sólo para conversar, pide ayuda para cuidar al bebé y tener tiempo para orar con tranquilidad, etc., pero sin sentir culpa, no tienes por qué. La culpa no es bienvenida.  

  Como persona, y en todos los roles que hemos de asumir, tendremos buenas épocas y malas épocas. Una mala época no quiere decir que la vida acabó, o dejó de tener sentido. Significa que es un tiempo difícil, que seguramente te ofrecerá grandes lecciones. Mientras pasa la mala racha, enfócate en las pequeñas cosas positivas que pasan a tu alrededor, y sé agradecido por ellas.

¡Celebra las bendiciones! Sonríe
Celebra las bendiciones, y ¡sonríe!

La vida a veces es suficientemente dura como para que nosotros nos tornemos en nuestros enemigos particulares.

No creas ni remotamente que escribo como quien tiene estos asuntos totalmente resueltos. Sigo aprendiendo, hay días en que lo consigo y días en que no. Pero he percibido que cuando soy más amable conmigo misma, soy más paciente y amable con Marcela y con los demás. 

¡No seas nunca más el último ítem de la lista de pendientes! 


10 comentarios:

  1. Guao!! Demasiado cierto y hermoso. Dios te siga usando. Que bendición poder leer este Blog tan edificante.🇻🇪🤗

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  2. 🙏😢😔. Gracias Luzma que el señor te bendiga y te siga usando.🙏

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  3. Luz a gracias por compartir y ser tan real y llegar a nuestros corazones, Dios te bendiga

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  4. Me encanta tu reflexión, en mi caso casi siempre me siento frustrada cuando no logro concretar alguna meta como mamá y más en la edad en la que estan mis hijos ya adolescente y pre adolescente.muy buenos consejos....

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    1. El deseo de mi corazón es que te sirva para pensar, reflexionar y poner manos a la obra.

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