Para algunos la maternidad comienza cuando el bebé nace, pero yo pienso que comienza en el instante que sabes que otra persona está siendo formada dentro de ti, porque desde ese momento muchas cosas comienzan a cambiar (no sólo físicamente), comenzamos a pensar cómo alimentarnos mejor para que el bebé nazca sano, hay algunas medicinas que no podemos tomar y algunas actividades que no podemos hacer o en las que debemos ser más cuidadosas.
Marcela en la panza. Nuestras ilusiones en su máxima expresión |
La realidad puede ser mejor que nuestra idealización de la maternidad. Es más sana y menos opresiva. |
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¿Cualquier
opinión o crítica te afecta?
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¿Magnificas
o exageras todo?
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¿Ves
errores donde los demás ven aprendizaje?
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¿Te
disculpas constantemente?
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¿Sientes
la obligación de satisfacer a los demás?
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¿Es
difícil para ti decir que NO?
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¿Tiendes
a callarte si algo te molesta?
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¿Tienes
miedo a hacerle daño a los demás o a su rechazo?
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¿Tienes
miedo de ser abandonado?
Esas son algunas de las
manifestaciones cuando una persona está lidiando con sentimientos de culpa
recurrentes. ¿Conoces a alguna mamá o papá que no haya sentido culpa? Tal vez
no lo admita públicamente, pero creo que es algo con lo que todos los padres
luchamos en este viaje. Sin embargo, tenemos que ser muy cuidadosos con ese
sentimiento porque él puede arruinar nuestra caminata convirtiéndose en una
pesada carga.
Cuando la culpa aparece y no
sabemos lidiar con ella, se convierte en un problema porque distorsiona la
forma como nos vemos, nos evaluamos y nos valoramos s a nosotros mismos. Es muy
nociva porque se convierte en un juez interno que está continuamente
comparándonos con otras personas o con algunas idealizaciones que nosotros
mismos hemos construido respecto a la tarea que llevamos a cabo, y en esas
comparaciones siempre salimos perdiendo haciendo que el concepto que tenemos de
nosotros mismos se deteriore poco a poco y, además la culpa no viaja sola. Ella
está siempre acompañada por la tristeza, la frustración, impotencia y
remordimientos. ¡Lindos compañeros de viaje!
Yo recuerdo que cuando Marcela
tenía casi seis meses tuvimos que hacer un viaje muy largo hasta la ciudad de
Armenia, en Colombia. El viaje fue por tierra y para no hacerlo directo que
sería muy largo y cansativo, paramos para descansar en la ciudad de Cúcuta,
pues ahí Marcela se enfermó, tenía mucha tos, estornudaba demasiado, hasta le
dio fiebre. Después de tres días con la bebé enferma, comenzaron las dudas y
los miedos ¿Por qué tuvimos que hacer este viaje? ¿Si estuviésemos en casa la
bebé hubiese enfermado igual? ¿Si empeora qué vamos a hacer, si estamos en otro
país? Seguimos nuestro camino, de hecho tuvimos que llevar la bebé al médico
después que pasó una noche entera llorando (los que tienen hijos saben que el
llanto puede llegar a desesperar). Esa noche la culpa asaltó mi mente y me tomó
desprevenida: “Si nos hubiésemos quedado en casa, esto no estaría pasando. Es
tu culpa que Marcela esté así, no debimos haber venido. Si le pasa algo peor tú
serás la culpable”. Esos pensamientos eran muy fuertes y persistentes. Eran un
tormento, en realidad. Gracias a Dios, Marcela comenzó a mejorar rápido y esos
sentimientos se disiparon.
Seguramente ya lo has vivido,
incluso si no eres padre. Cuando las cosas no siguen la ruta planeada, tratamos de encontrar dónde estuvo el error, y generalmente
lo encontramos en nosotros mismos, y ahí es donde comienza la batalla.
Obviamente, no estoy hablando de
llevar la vida con la filosofía de: “Cómo vaya viniendo vamos viendo”, o con un
conformismo absoluto. Está bien plantearnos metas y objetivos y perseguirlos. Pero
entonces, cuando algo sale de los planes perfectos que hicimos qué podemos
hacer cuando la culpa nos asalte (ella va a venir, eso es seguro), cómo lidiar
con esa desagradable visitante que quiere venir a instalarse en nuestra vida
como residente permanente.
La culpa cuando es sana y se mantiene
bajo control sirve para ayudarnos a darnos cuenta de un error cometido y a
reparar el daño causado. El problema comienza cuando esa señora se manifiesta
con excesiva frecuencia o intensidad porque pierde su función correctiva y pasa
a ser una molestia.
Entonces, es muy importante cuando sentimos culpa, evaluar la situación e intentar aplicar la lógica y el
sentido común (que a veces no es tan común). Retomando el ejemplo que coloqué
antes, cuando Marcela se enfermó durante el viaje, es bastante obvio que carece
de toda lógica cargar con culpa porque Marcela pegó un virus durante el viaje. Es
algo que está fuera de mi control, además de que otras veces también se ha
engripado estando en casa, entonces así puedo ayudarme a mí misma a ver en que
no necesito cargar con una culpa que no me pertenece.
Ahora bien, si la evaluación da
como resultado que efectivamente me equivoqué. No estuvo bien eso que hice.
Está bien. El asunto está en no quedarse en la culpa y pasar a la responsabilidad.
El remordimiento y la frustración por el error cometido no van a solucionar
nada, pero yo puedo asumir la responsabilidad por el error que cometí, pedir
perdón, resarcir, corregir, aprender y continuar. Por ejemplo, un día estábamos
en una reunión especial donde se requería silencio, cosa que es casi imposible si
tienes una niña de 18 meses, Marcela parecía que tenía demasiada energía ese
día, canataba gritaba, quería correr, etc. Lo cierto es que intenté por todos los medios
calmarla sin conseguirlo, hasta que me sentí sobrepasada por la situación y me
llevé a Marcela aparte y le hablé muy rudo. Ella obviamente no entendía lo que
pasaba, se pudo a llorar, y yo también. La abracé, le pedí perdón por tratarla
de esa forma (ojo: no le pegué, pero la traté duramente) y oré a Dios un
momento para encontrar calma. Después que eso aconteció, hablé con Leover al
respecto, quien estaba ocupado en el momento del episodio, y el acuerdo fue que
cuando Marcela estuviera muy inquieta en alguna reunión, yo no iba a insistir
en participar, simplemente la iba a tomar y saldría de ahí antes de volver a reaccionar
de esa forma. Entonces, en este caso la culpa me asaltó pronto y de hecho me
ayudó a ver que había obrado mal, pero en vez de darle largas y quedarme rumiando
esos pensamientos, lo que hice fue evaluar la situación y ver de qué manera
puedo evitarla en el futuro.
Entonces, ¿Te sientes culpable por
tener que ir a trabajar y dejar tu bebé al cuidado de otra persona? ¿Te siente
culpable contigo misma por dejar tu carrera para criar a tus hijos? ¿Te sientes
culpable por no poder ofrecer a tus hijos todo lo que quisieras? ¿Explotaste y
le gritaste a tu hijo? ¿Te sientes culpable por querer tener un día sin hijos? ¿Qué
hacer con esa culpa? Intenta evaluar la situación racionalmente, si sientes que
la culpa te está indicando algo para corregir, para mejorar, ¡bienvenida sea!
Haces los ajustes a los que haya lugar y listo. Aprende a ver los errores como
oportunidades para aprender lecciones muy valiosas.
En este punto, todavía conservaba algunos ideales perfeccionistas que he tenido que ir sacando de mi mente poco a poco |
Saca de tu mente esa idealización
de la madre perfecta, el padre perfecto, el hijo perfecto, etc., porque tal
cosa no existe. Si mantienes expectativas idealizadas de ti mismo o de los
demás, cualquier error va a ser enjuiciado y sentenciado. Recuerda: Sé amable
contigo mismo, perdona tus errores, aprende de ellos y continúa.
La vida es un viaje ¡La culpa no es
buena compañera! Hoy es un buen día para desalojarla de nuestras vidas y dar lugar a cosas mejores.
Muy bueno. Excelente Luz. Pie fin pude tener suficiente internet y seguirte. Abrazos.
ResponderEliminarExcelente. Oportuna ayuda!!. Aunque no lo creas después de grandecito pasas por la misma situación, parecida, o quizas menos o más intensas. Gloria a Dios. Por tus escritos. Dios te bendiga.
ResponderEliminarCreo que esa visitante no deja de aparecer nunca, el asunto es no dejar que se torne una compañera permanente. Dios te bendiga
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